martes, 9 de febrero de 2010

OjOs vigilantes


OjOs vigilantes
en el morro de un fusil.
Unos ojos que se encharcan en el recuerdo.
Ya no queda sitio a la diestra del Dios Padre.
Lo que pasó nos lo cuentan de cualquier modo.
Una caricia pistola en mano.
La bala, al fin, encuentra sentido en la carne
y al final solo quedan los muertos.

Los niños que no son de esta guerra
yacen en la cuneta.
Un muñeco de trapo en mitad de la acera
y la sangre sobre cubriendo venas.

Cuando el humo se evada,
solo quedarán los monstruos y las ruinas,
emblemas de odio fraterno;
marcharse a cualquier parte
con maletas que no encierran sueños.
Hombrecitos crecidos a destiempo. Tristes.
Sus ojos han visto lo que no venía en los cuentos.

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